Febrero de 2027. Se cumplen dos años desde el evento que popularmente han llamado la Exxtinción, por la repentina y total desaparición de todos los miembros de la especie humana nacidos con el cromosoma XX.
Es la premisa de Hijas de Eva (Lumen), escrita por Angélica Quiñónez (Guatemala, 1990), una novela distópica y divertida que se convierte en un extraño juego con dosis de humor en una historia muy singular.
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—¿Cómo se te ocurrió esta locura literaria?
Esa es la palabra que uso cuando le comento a mi editora (risas). Mi novela loquísima vino de cuando estábamos en la pandemia, en ese gran periodo de incertidumbre y de desinformación por todos lados, y cómo repercutió en tanta pérdida de vida, pero al mismo tiempo cómo regresamos a una normalidad ligeramente diferente. Ya nos acostumbramos a temas como el trabajo remoto, a guardar distancia, y a ser un poco más cuidadosos con el tema sanitario, entonces me pregunté: ¿Cómo repercutiría esto con algo más grave como la desaparición de la mitad de la especie?
—¿Qué sucedería?
La novela va mucho más allá de la historia de un hombre que se quedó sin su mujer. Si desaparecieran las mujeres, se transformaría todo: el entretenimiento, el porno, la religión, el comercio, la economía, y esa era parte de lo que me hizo crear una novela divertida, porque tengo una necesidad de meterle comedia a las cosas.
En un momento, los científicos anuncian que lanzarán el Proyecto Eva, que pretende la implantación subrogada de un cigoto humano en un hospedero homínido, una chimpancé. En 2039, el Proyecto Eva recibirá el Nobel de Medicina “por haber logrado la restauración de seres humanos biológicamente hembras”.
—Si desaparecen las mujeres, ya no existiría la vida.
Es como le decía a una amiga: La novela trata de que los hombres se quedan sin las mujeres y deciden que van a ver cómo las regresan, y me respondió: ‘¡Por supuesto que sale todo mal!’. Un poco va con eso; la pregunta es: ¿qué haríamos?, porque incluso si fuera de la otra forma, es simple y sencilla la realidad de que la naturaleza es complementaria. No es que haya un inferior y un superior, simplemente son dos partes de una sola especie, pero una especie que ha encontrado formas terribles de hacerse daño, de hacerse menos, y sin darse cuenta de que, al desaparecer las mujeres, están destruyendo su propia fuente de vida.

—A pesar de ser distópica, hay cosas que existen.
Quería que tuviera por lo menos un antecedente de realismo, es decir, en temas como el lenguaje inclusivo que ya existe o cómo los hombres toman como palabra sucia algo como maternidad, madre, gestar, o parir, que se vuelven malas palabras. Entonces, ese tipo de tabús del lenguaje también existen.
—¿Qué tan importante es el humor para la novela?
Mucho porque se introduce en situaciones un poco más absurdas y, bueno, las distopías están en tendencia, como puedes verlo en la serie Black Mirror, por ejemplo.
—Las mujeres, ¿qué te han dicho por “desaparecerlas”?
Hice esta novela pensando en un lector hombre, y a las mujeres lo que más les ha interesado es esa exploración y la diversidad de que los personajes no son idénticos ni son enteramente buenos o malos, y quería eso, quería que se reflejara un abanico de identidades y de personajes humanos. Entonces, eso es lo que más les ha interesado y les ha gustado.
—Al fin de cuentas, ¿querías torturar a los hombres?
No (risas), de hecho, una de las cosas que tenía muy claras era que también se viera que la humanidad, así como tiene momentos ruines, tiene momentos de mucha ternura. Hay muchos hombres que inspiraron también algunos de los capítulos, para bien y para mal. De donde vengo, cuesta encontrar una figura buena del padre, y en la literatura siempre lo presentan como el padre abusivo, borracho y ausente, y yo necesitaba tener un padre involucrado, amoroso, con sus defectos, pero que tuviera esa capacidad de un amor inmenso, maravilloso y vivo. Entonces, hay momentos de mucha ternura en la novela, y estoy muy contenta con el resultado, que espero pronto presentar en México.
PCL