El 3 de marzo Donald Trump tomó dos decisiones muy importantes. Una fue imponer aranceles de 25 por ciento a Canadá y México, así como de 10 por ciento a las importaciones chinas, además del 10 por ciento que se impuso el mes pasado. Se espera que a esto le siga una tasa de 25 por ciento a las importaciones de la Unión Europea. Juntas, estas cuatro economías producen 61 por ciento de las entrada de bienes de Estados Unidos. La otra decisión, más importante, fue suspender la ayuda militar a Ucrania, lo que le da al asediado país lo que parece ser una elección de Hobson entre la rendición y la derrota. El amigo de Trump, Vladímir Putin, debe estar extasiado: el presidente estadunidense destroza a Occidente ante sus alegres ojos.
Se trata de dos series de decisiones en el torbellino que ha acompañado a la segunda presidencia de Trump. Pero para el mundo exterior son de enorme importancia. Representan el fin de las relaciones comerciales liberales, predecibles y regidas por reglas con el país más poderoso del mundo y también el que creó el sistema mismo. También representan el abandono por parte de EU de alianzas y compromisos fundamentales en favor de una relación más estrecha con un antiguo enemigo. Trump piensa que Rusia es más importante que Europa.
En ambos casos está equivocado. Como señala Maurice Obstfeld, ex economista jefe del FMI, los déficits comerciales de EU no se deben a engaños de sus socios comerciales, sino al exceso de su gasto sobre los ingresos: el mayor determinante de los déficits comerciales es su enorme déficit fiscal federal, que hoy ronda 6 por ciento del PIB. El plan del Senado, controlado por los republicanos, de hacer permanentes los recortes de impuestos de Trump de 2017 garantiza que este déficit persistirá al menos mientras los mercados lo financien. En vista de esto, los intentos de cerrar los déficits comerciales con aranceles son como tratar de aplanar un globo lleno.
Para entender esto se necesitan algunos conocimientos de macroeconomía, de los que Trump carece por completo. Pero no es esta su única tontería. Trump también dice: “Seamos honestos, la Unión Europea se formó para fastidiar a EU. Ese es su propósito. Y lo han hecho muy bien”. Además, dice de Europa: “No aceptan nuestros coches, no aceptan nuestros productos agrícolas, no aceptan casi nada y nosotros aceptamos todo lo suyo”.
Ambas quejas son tontas. La Unión Europea se formó para llevar relaciones económicas prósperas y cooperación política a un continente devastado por dos guerras horribles. EU comprendió desde hace mucho tiempo y promovió esta respuesta sensata. Pero, por desgracia, ese era un Estados Unidos muy diferente del incompetente autocompasivo de hoy.
Como señala el economista danés Jesper Rangvid, Trump solo se fija en el comercio bilateral de bienes, ignorando el de servicios y las ganancias del capital y el trabajo. Los ingresos que EU obtiene de sus exportaciones de servicios, al menos a la eurozona, y los rendimientos del capital y los salarios del trabajo que ha exportado allí compensan sus déficits bilaterales en bienes. El saldo de cuenta corriente bilateral general de la eurozona con EU es cercano a cero, y eso no importa. Pero los saldos bilaterales en bienes por sí solos son menos significativos incluso que los saldos bilaterales generales. Teniendo en cuenta cómo gana su dinero, Trump ha tenido un gran déficit en bienes toda su vida. No parece que eso le haya hecho mucho daño.
Para México y Canadá, los costos económicos de estos aranceles serán altos, ya que sus exportaciones de bienes a EU fueron de 27 y 21 por ciento del PIB, respectivamente, en 2023. Las exportaciones de bienes de la Unión Europea a Estados Unidos fueron de 2.9 por ciento de su PIB. Por tanto, para ellos el impacto del arancel de 25 por ciento no será tan grande. Sin embargo, seguiría siendo un acto de guerra económica injustificable y, de hecho, económicamente analfabeto. La Unión Europea tendría que tomar represalias. Las relaciones transatlánticas quedarían dañadas de manera permanente.
La guerra comercial, por escandalosa que sea, palidece frente a la emboscada que el presidente y el vicepresidente de EU le tendieron a Volodímir Zelenski en la Oficina Oval el viernes pasado y la posterior suspensión de la ayuda militar a Ucrania. El objetivo puede ser obligar al presidente ucraniano a firmar el acuerdo sobre minerales, el problema mayor es que él desconfía de Putin, por buenas razones, y ahora tampoco tiene motivos para confiar en Trump. Además, el republicano puede querer un “acuerdo de paz”, pero ¿por qué Putin aceptaría uno genuino si Ucrania está a su disposición?
Ambos están subestimando la voluntad de los ucranianos de ser un pueblo libre, pero para alcanzar ese objetivo, Europa tendrá que asumir la carga de asegurar su propia defensa y apuntalar la de Ucrania. Friedrich Merz, próximo canciller de Alemania, tenía razón cuando dijo que su “prioridad absoluta será fortalecer Europa lo más rápido posible para que, paso a paso, podamos lograr la independencia de EU”. Esas medidas también deben tomarse rápidamente. Una será acelerar la transferencia a Ucrania de los más de 200 mil millones de euros de reservas rusas confiscadas. Otra será un enorme aumento de defensa ahora que el compromiso de EU con la OTAN se derrumbó.
La Unión Europea más Reino Unido tienen una población combinada de 3.6 veces la de Rusia y un PIB, en poder adquisitivo, 4.7 veces mayor. El problema, entonces, no es la falta de recursos humanos o económicos: si (un gran si) Europa pudiera cooperar eficazmente, podría equilibrar militarmente a Rusia a largo plazo. Pero la dificultad está en el mediano plazo, ya que Europa no puede fabricar algunos equipos militares cruciales, de los que dependen ellos y Ucrania. ¿EU se negará a suministrar esas armas si los europeos las compran? Una negativa de ese tipo sería un momento de verdad.
Trump está librando una guerra económica y política contra los aliados y los países dependientes de EU, pero el consiguiente desplome de la confianza de los países que solían compartir sus valores también va a terminar siendo muy costoso para Estados Unidos.
