Para Francisco de Asís, en la edad media, la austeridad era uno de los principales rasgos de la espiritualidad: la pobreza, la sencillez y el amor al prójimo fueron distintivos de su prédica que aún conserva la orden Franciscana.
Un gobierno austero como el Edomex, no solo es una estrategia económica sino política. Destinar mayores recursos a programas sociales, lograr mayor equilibrio presupuestal mediante reducciones del gasto público y tener mayor empatía con el ciudadano, mostrando que con menos se puede hacer más.
En nuestra entidad primó durante decenios el dispendio y el derroche. Por ello, la austeridad es la lucha contra la corrupción. Desde su campaña, la maestra Delfina Gómez ha reiterado la narrativa de la austeridad como recurso económico, político y ético. No debemos olvidar que entró a la gobernatura con la enorme deuda neta del Sector Público que se situaba en 14 billones 276 mil 575.5 millones de pesos.
La austeridad, para la gobernadora, es también un recurso simbólico de política pública. La mandataria se propuso bajar el salario de los altos funcionarios del Edomex como gesto de rigor en el ajuste a las normas públicas; acción vinculada a la moral y la ética.
Un gobierno austero no necesariamente es un aparato ascético o puritano. Por el contrario, es un aparato de gobierno sensible y acorde a la situación que vive la mayor parte de la población mexiquense. Es un gobierno sencillo, sobrio y sensible. El objetivo no solo es equilibrar el déficit fiscal sino canalizar dichos ahorros a los programas sociales de personas vulnerables.
Se pretende también combatir la voracidad, el despilfarro, la pompa, la abundancia y las riquezas mal habidas de la tradicional clase política mexiquense. Siguiendo al ex presidente López Obrador, la maestra Delfina ha representado un parteaguas con las viejas prácticas de hipocresía de funcionarios, altamente nocivas en el ejercicio del poder.
Parte del debate en la reforma y ahora las elecciones al poder judicial, son precisamente los excesos y privilegios de los jueces y magistrados. Como muestra de solidaridad, los salarios ajustados de los funcionarios públicos tienen una fuerte carga simbólica.
Los tiempos son distintos, pero ¿realmente son tiempos de cambio?