Que no es poca cosa que dos de las mujeres más poderosas de Jalisco —la rectora Karla Planter y la alcaldesa Verónica Delgadillo— hayan elegido, como primer acto público conjunto, rendir homenaje a una ilustre jalisciese: a Irene Robledo, la educadora que en los años 30 desafió al conservadurismo tapatío para fundar la Escuela de Trabajo Social, un espacio donde se formaron generaciones de mujeres. El gesto es potente y calculado: Planter, primera rectora de la UdeG y Delgadillo, primera presidenta de Guadalajara, se presentan ante Jalisco no como rivales, sino como aliadas que rescatan del olvido a quien el sistema relegó por ser mujer, pensadora y peligrosamente progresista. Irene Robledo les prestó su legado ayer. Ahora les toca a ellas hacerlo vivir.
Que la Fiscalía de Jalisco vuelve a dar cátedra de su comunicación selectiva: anuncia en tiempo récord que el asesinato de Teresa González Murillo, buscadora de desaparecidos y líder ambulante, fue un “robo”. Lo dice sin pruebas contundentes y sin detenidos. Eso sí, omiten mencionar que Teresa llevaba tiempo denunciando amenazas por su activismo y que, apenas 13 días antes de morir, exigía justicia para los desaparecidos frente a Palacio de Gobierno. ¿Por qué esta prisa por cerrar el caso como un asalto común, cuando en otros crímenes —feminicidios, desapariciones— la Fiscalía se ahoga en silencios y dilaciones? Simple: conveniencia. Un robo no cuestiona al sistema, no expone redes de complicidad ni obliga a rastrear amenazas previas.
Que los rumores en Jalisco no son simples chismes: son ventanas a una realidad política. Salvador Caro, el operador que saltó de MC a Morena, hoy intenta tejer su red de influencias para controlar la elección de jueces federales. Pero hay un detalle en su plan: los “infiltrados” en su propio círculo le están descorriendo el telón de sus maquinarias. Que un hombre como Caro —excomisario de Guadalajara, exdiputado de MC y ahora “lobbista” de lo judicial— sea el eje de esta trama, debería escandalizar a más de uno. Los aspirantes a magistrados, en lugar de competir por méritos, se doblan ante operadores como él, buscando su bendición. Pero aquí hay un giro tragicómico: los mismos que se infiltran en su estructura le están pasando la lista de sus «clientes» a MC. ¿Resultado? Dicen en el poder que habrá veto discreto contra quienes osaron tocar su puerta.
