Política

¿Campo de exterminio o de entrenamiento?, un tema de credibilidad

Recorrido de buscadoras por el predio de Teuchitlán, Jalisco, la semana pasada. AFP
Recorrido de buscadoras por el predio de Teuchitlán, Jalisco, la semana pasada. AFP

¿Qué exactamente era el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco? ¿Campo de exterminio o de entrenamiento? Tendría que determinarlo la investigación porque, después de todo, lectores y opinadores no somos forenses y criminólogos. El problema es que la gente no llegará a una conclusión u otra en función del resultado de la investigación, sino de su inclinación política. Los malquerientes de la 4T, informados por sus redes y medios de comunicación quedarán convencidos de que se trataba de un pequeño Auschwitz y que cualquier pesquisa oficial que diga lo contrario no es más que un intento de tapar el escándalo.

Por el contrario, los simpatizantes de Morena confiarán sin más en lo que termine anunciando Claudia Sheinbaum y quedarán convencidos de que quien sostenga algo diferente es un “carroñero” empeñado en perjudicar a la Presidenta. El problema no es la falta de credibilidad en las instituciones, en los medios de comunicación o en determinados líderes de la opinión pública. El problema reside en que solo son creíbles para sus respectivas audiencias. La guerra propagandística ha sido tal que la credibilidad es incapaz de “brincar” la polarización; las diversas fuentes solo son legítimas para sus parcelas. El resto de los mexicanos queda rehén de una incómoda sensación: asumir la subjetividad que esté menos distante de sus filias.

En teoría, los ciudadanos tendríamos que adoptar la versión difundida por instituciones profesionales dedicadas a investigar el caso. Son ellas las que están capacitadas y las que tienen acceso para indagar lo que allí sucedió. Por desgracia, son instituciones que han engañado en más de una ocasión; hay un largo historial que muestra su inclinación a dictaminar, sospechosamente, lo que más conviene a la fuerza política dominante.

En el caso del rancho de Teuchitlán, lo poco que ha trascendido mostraría que es más razonable pensar en un rancho de entrenamiento (lo que no es poca cosa), que de asesinatos masivos. También me queda claro que las referencias a un “exterminio” proceden de medios empeñados en el amarillismo irresponsable o caracterizados por líneas editoriales obsesionadas en buscar manchas en el gobierno de la 4T. La prisa por dictaminar el peor de los escenarios y responsabilizar a Palacio Nacional, cuando apenas se tenía una imagen y saltándose el hecho de que el rancho ha estado cinco meses a cargo de la fiscalía de Jalisco, aún lo está, hace evidente un sesgo.

Abona también la actitud que ha mantenido Claudia Sheinbaum en este tema, al exhortar a medios y opinión pública a esperar el resultado de la investigación antes de emitir conclusiones en un sentido u otro. Es una actitud obvia y razonable. Pero hay un problema. ¿La persona que espera datos para asumir una opinión, por qué habría de creer en el resultado que finalmente arroje esta investigación?

En ese sentido, Ayotzinapa produce un efecto déjà vu. Y no me refiero a la penosa versión de la “verdad histórica” del sexenio de Peña Nieto, sino a los afanes de la 4T en el sexenio anterior. Una Comisión de la Verdad que terminó con su prestigiado comisionado prefiriendo salir del país y un Alejandro Encinas que se retiró del tema por la puerta trasera; ambos por la misma razón: sus reportes no coincidían con la posición de Palacio o los militares. Durante seis años operó la misma FGR que hoy está a cargo de ofrecer el dictamen que determine la naturaleza del rancho Izaguirre. ¿Por qué creerle ahora?

Puedo entender la impaciencia de la Presidenta frente a la incredulidad respecto a algo que parecería lógico. Pero habría que estar consciente de que hay una larga factura de credibilidad que pagar por el uso político de tantas decisiones tomadas para favorecer la operación en favor del gobierno o, de plano, de Morena. Razones de grupo político por encima de responsabilidades de Estado. ¿Qué institución tiene credibilidad para legitimar una investigación sobre desaparecidos, cuando se optó por tener una comisionada de Derechos Humanos cuestionada por su entreguismo a la línea oficial? Habría que recordar la oportunidad desperdiciada por haber optado por una responsable de la Comisión Nacional de Búsqueda sin vínculos ni reconocimiento entre esta comunidad. Lo bien que habría venido en esta coyuntura si ambas figuras hubiesen tenido legitimidad y prestigio entre tirios y troyanos.

En la mañanera de este lunes, se optó por ofrecer amplios espacios a cuatro periodistas, de reconocida simpatía por la 4T, que expusieron los resultados de una visita al rancho. Cierto que se trataba de los más articulados de esta nueva ola de comunicadores e influencers de medios alternativos invitados a las mañaneras desde el sexenio anterior. Por más sobrios que hayan intentado hacer sus reportes, resultan inviables como fuente de validación frente a los incrédulos. Durante años, el público ha visto a la mayoría de estos nuevos “periodistas”, algunos de ellos gestores apenas disfrazados, arrancar sus intervenciones con adjetivos cortesanos del peor gusto en favor del mandatario. Hay un costo político infranqueable por tener a Lord Molécula y equivalentes endulzando las mañaneras. Personas que hacen más cómodas y gratificantes las comparecencias, pero no pueden ser convertidas en testigos imparciales que supuestamente dan fe de un hecho políticamente controvertido. Alguien convenció a la Presidenta de que necesitaba permanentemente a esta comunidad de porristas, pero nada hay más ajeno al tono responsable y racional que ella intenta, que esos elogios desproporcionados y gratuitos, algo que un periodista profesional en cualquier lugar del mundo nunca proferiría frente al soberano. Por lo menos que se asuma que hay un costo de credibilidad en eso.

En suma, es muy probable que la investigación arroje un resultado más cercano a la tesis del gobierno: campo de entrenamiento y no de exterminio masivo, como han sostenido sus críticos. Estoy convencido de que la Presidenta intenta indagar la verdad y que desea transparentar, sea cual sea el dictamen. Pero al final, mucha gente encontrará que habrá que creer o no en su palabra, porque en materia de legitimidad está sola. Las dudas no van a ser resueltas, por lo que diga el fiscal Gertz Manero, el Congreso, la CNDH, la Comisión Nacional de Búsqueda, los llamados influencers y youtubers de la mañanera y el largo etcétera de protagonistas vinculados a la 4T. A falta de instituciones confiables y sospechosas de sesgos políticos, seguimos siendo presas de la polarización.

La Presidenta intenta cambiar las cosas. Muchos no lo creerán hasta que no se tomen decisiones que no siempre favorezcan al grupo político de Morena. Esa es otra historia.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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