La aprobación presidencial es un indicador simple, consistente y poderoso del sentimiento público. Permite evaluar el desempeño entre elecciones y orienta al gobierno y otros actores políticos sobre la gestión del presidente en temas clave, influyendo en el proceso legislativo y en la dinámica interna de los partidos. El indicador suele estar determinado por eventos a corto y largo plazo. Los factores determinantes suelen ser temas de seguridad nacional y la economía, el desempeño percibido del presidente y factores contextuales. Los niveles de aprobación siguen ciclos similares, con la mayoría de los presidentes disfrutando de un alto nivel de aprobación al inicio de su mandato, conocido como la “luna de miel”. Esta tendencia se refleja en los datos históricos de Gallup, que comenzó a medir la aprobación presidencial en la década de 1930. Aunque existen matices, estos patrones han sido consistentes a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, el nivel de aprobación de George W. Bush aumentó después de los atentados del 11 de septiembre. Esto refleja cómo, ante una crisis exterior, el público tiende a unirse o lo que se denomina en inglés el efecto “rally around the flag” [en un contexto de patriotismo y solidaridad]. Sin embargo, su aprobación sufrió una caída drástica en su segundo mandato debido a la recesión económica. Esto resalta la importancia de cambios a largo plazo como la economía en la evaluación del presidente - cuando la economía decae, la aprobación disminuye. Joe Biden experimentó una “luna de miel” pero terminó su mandato con un promedio por debajo del 40% debido a la inflación. Barack Obama fue una excepción, con su aprobación repuntando hacia el final de su mandato.

Donald Trump, por otro lado, ha sido una anomalía: aunque tuvo un breve periodo de luna de miel, nunca alcanzó más del 50% de aprobación, y su nivel más alto [49% en 2020, según Gallup]no difirió mucho de su aprobación final , que terminó por debajo del 40% tras el ataque al Capitolio. Las fluctuaciones de su aprobación fueron menores que las de otros presidentes, manteniéndose relativamente estables a lo largo de su mandato. Por ejemplo, la aprobación inicial de Donald Trump en su segundo mandato es similar a la de su primer mandato. Según los datos históricos de Gallup, sigue siendo el único presidente con una aprobación inicial por debajo del 50%. Aunque su aprobación actual es baja en comparación con otros presidentes, es una de las más altas que ha tenido Trump. El agregador RealClear Polling ha recopilado todas las encuestas desde su inauguración, y los datos muestran que su desaprobación ha aumentado y su aprobación ha disminuido desde entonces.

De hecho, al comparar a Donald Trump con otros presidentes con bajos niveles de aprobación al inicio de su mandato, Trump tiene los niveles más bajos de aprobación y los más altos de desaprobación. Otros presidentes con bajos niveles de aprobación generaban menos desaprobación y más ambigüedad [como Ronald Reagan y George H.W. Bush]. En general, los estadounidenses están más divididos en su valoración de Trump. Comenzó ambos mandatos con bajos niveles de aprobación, y su indicador de aprobación ha cambiado poco. De hecho, en su primer mandato, el indicador cambió poco a pesar de factores contextuales importantes como la pandemia en su primer mandato y las acciones de su segundo mandato. Igual que en su primer mandato, las prioridades de Trump en el segundo mandato no reflejan las prioridades de la mayoría de los estadounidenses. Al mismo tiempo, la economía e inflación siguen siendo problemas importantes.

La poca fluctuación en los niveles de aprobación durante los mandatos de Trump ante situaciones en las cuales históricamente se hubiera esperado un cambio en el sentimiento público resalta un punto clave: la polarización política ha reducido la influencia de la gestión y desempeño presidencial en las valoraciones del público. Para sus seguidores, Trump no puede hacer nada mal, y para sus opositores, no puede hacer nada bien. Además de la polarización, es posible que haya un ajuste en la manera en que los partidos se vinculen con los ciudadanos. Sobre todo con partidos y candidatos populistas, se ha generado unarelación más afectiva entre partidos y votantes [basada mayormente en sentimientos negativos] en vez de una relación basada en plataformas políticas y rendimiento legislativo.
En cuanto a la aprobación presidencial, esto sugiere que, en el futuro, las crisis, guerras y la economía podrían jugar un rol menor en este indicador, siendo la identidad partidista el factor predominante. ¿La medición de aprobación presidencial aún es el indicador correcto? Los estudios sobre el tema sugieren que esto llevará a menos variación en las aprobaciones, menos eventos que provocan “unirse alrededor de la bandera”. También es posible que la aprobación se convierta más bien en una medida de identificación partidaria más que una evaluación del desempeño presidencial real – sobre todo en tiempos de polarización.