El 4 de junio de 1969 no funcionaban las grabadoras del Aeropuerto Internacional de Monterrey. Hacía más de un año que lo había reportado el radio operador y observador de la torre de control. Pero en lugar de repararlas, tuvieron que aplicar un método anacrónico: escribir bitácoras a mano con las comunicaciones de los aviones.
Miguel Ángel Vidal, el radio operador, trabajaba en el aeropuerto desde hacía 18 años, y había estudiado Meteorología hacía unos tres. Ese día le tocó el turno de la mañana. Recuerda que a pesar del verano el cielo estaba nublado y el clima alcanzaría los 38 grados centígrados. Cuando eran las 7:56 horas, en el radio escuchó la voz de un hombre que se presentó y le informó que era parte de la tripulación del vuelo 704 de Mexicana de Aviación, la aeronave había salido de la Ciudad de México hacía una hora.
–Estamos descendiendo sobre nubes, favor de darnos tráfico y condiciones –le dijeron desde el aire.
El señor Vidal no captó de inmediato quien le habló, dedujo que sería el capitán Guillermo García Ramos, un piloto veterano de la Segunda Guerra Mundial, o el primer oficial Carlos de Iturbide Magallón. Contestó con las últimas condiciones de tiempo que había recibido: había una llovizna ligera y el cielo estaba nublado. Le lanzó más información sobre nudos, pies y visibilidad. Y desde cabina contestaron:
–Enterados y pendientes.
Pero hubo una pregunta que aún inquieta: la que un minuto y medio después le hicieron desde el vuelo 704 de Mexicana.
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Le volvieron a llamar preguntando si estaba funcionando un faro de radioayuda –que envía una señal captada por los aviones desde todas las direcciones–, ubicado en Ciénega de Flores, un municipio a 33 kilómetros de la ciudad de Monterrey. El piloto no dijo nada más, al menos nada que indicara que estaba en medio de una emergencia.
Aun así, Vidal llamó inmediatamente a otro empleado del Departamento de Radio, Luis Lumbreras, y le preguntó si el faro de radioayuda estaba operando. Lumbreras contestó que tampoco servía, al parecer había una falla en la corriente de luz.
–Informa Mexicana que el marcador de Ciénega de Flores está fuera del aire por posible falta de corriente.
–704, enterado.
Miguel Ángel Vidal recuerda que minutos después empezaron a ver que la neblina se disipaba, una mejoría en la visibilidad que podía ayudar al avión a descender sin problemas, lo que ocurriría una media hora después. El radio operador llamó y llamó al 704 de Mexicana de Aviación sin que nadie respondiera. Llamó a Luis Lumbreras y a su jefe, Alfonso Ortiz, para pedirles que intentaran comunicarse con el avión por otra frecuencia. Lo hicieron y tampoco lo lograron.
Los empleados del Aeropuerto Internacional de Monterrey llamaron a la policía y a la Cruz Roja, creyendo que el avión había sido secuestrado por algún grupo de guerrilleros, como había ocurrido en otros casos en los que los llevaban hasta Cuba. Pero unas horas después darían la noticia: el vuelo 704 de Mexicana de Aviación se había estrellado en el paraje Sierra del Fraile, muy cerca de la capital de Nuevo León.
Esa noche murieron 72 pasajeros y siete miembros de la tripulación, entre ellos el delegado de Tránsito federal en el estado, Raúl Chapa Zarate, el Magistrado del Tribunal Fiscal de la federación, Generoso Chapa Garza, la gloria del tenis mexicano, Rafael Osuna, y el exgobernador y expresidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Carlos Madrazo Becerra y su esposa, Graciela Pintado.

Durante años corrieron versiones que apuntaban a que el accidente del vuelo 704 de Mexicana había sido provocado, ya que por esos días Carlos Madrazo se había peleado con el presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, y lo había amenazado con crear su propio partido político. Esta versión volvió a colocarse 51 años después, cuando Andrés Manuel López Obrador aseguró en febrero de 2020 tener información que revelaría que fue un crimen orquestado desde las cúpulas priistas.
Dijo que el extinto Estado Mayor Presidencial –órgano militar que auxiliaba a la figura del presidente de México–, bajo las órdenes de Díaz Ordaz, habría fraguado la muerte de Carlos Madrazo. En su conferencia de prensa aseguró que Cuauhtémoc Cárdenas le había contado, que el general Marcelino García Barragán, entonces titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, le había confesado a su padre, Lázaro Cárdenas, que tenía información de que el EMP lo había hecho.
Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA que reconstruye el caso gracias a la desclasificación de expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Historias como ésta revelan que en México la verdad oficial está en obra negra.
Carlos Madrazo fue ‘Joven tribuno’ del gobernador de Tabasco
Era hijo del empresario Píoquinto Madrazo López y Concepción Becerra y desde chiquillo tuvo dotes políticos. Sus biógrafos cuentan que en los años veinte, el gobernador de Tabasco, Ausencio Conrado Cruz, quedó impresionado cuando lo vio en un evento de oratoria de su escuela. Dicen que lo invitó a recorrer el estado con él y lo nombró ‘Joven tribuno’.
La joven promesa se fue a estudiar la preparatoria a la capital del país, donde fue líder de la Organización de los Camisas Rojas, fundada en la década de los treinta con ideologías socialistas. Más tarde, Carlos Madrazo se tituló de abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México. A finales de 1930 se uniría al Partido de la Revolución Mexicana, que luego se convertiría en el PRI. Ahí primero fue presidente juvenil, después diputado federal. Sin embargo sabía que para crecer en su partido debía regresar a su natal Tabasco, donde contendería por la gubernatura. En 1959 sería elegido gobernador.
En 1964 fue nombrado presidente del PRI durante el mandato del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Sin embargo sus ideales vanguardistas lo llevarían a enfrentarse con todas las estructuras nacionales del partido.
Como primeras medidas propuso rediseñar los procesos de selección interna de los candidatos a ocupar los puestos al interior del PRI, pero también en los métodos de selección de los ciudadanos propuestos a cargos de elección popular. Propuso una medida radical, como eliminar el conocido ‘dedazo’, por el cual el presidente elegía a su sucesor, una afrenta directa a Díaz Ordaz. Para 1965 Madrazo renunciaría al tricolor.

La mayoría de los invitados iban a una boda en Monterrey
Según un expediente en el Archivo General de la Nación, a las 16:15 horas, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes confirmó la noticia: a unos 19 kilómetros de Monterrey el avión 704 de Mexicana había caído en un lugar boscoso conocido como El Carmen. Lo habían confirmado a través de un vuelo que había hecho el Canal 3 de televisión en Monterrey. A esa hora, sin embargo, las brigadas de rescate no habían podido ingresar a la zona por la dificultad de atravesar acantilados y montañas. Desde ese momento y sin una investigación sólida, aseguraban que la aeronave se había caído por el mal clima.
Un reporte de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) aseguraba que existía consternación entre los regios, ya que la mayoría de los pasajeros habían tomado ese vuelo porque iban a una boda en esa ciudad. Era la ceremonia de la hija del señor Elio Flores Gómez. Se casaba Adrianita Flores con el ingeniero Salvador Chapa y los padrinos serían Carlos Madrazo y su esposa. La primera versión de la policía de espionaje mexicana es que, al no poder descender por el mal clima, tal vez el avión se dirigió a Nuevo Laredo, se estrelló y explotaron las turbinas.

Sin embargo los reportes contradictorios de la DFS refuerzan las teorías de conspiración. Según estos informes que enviaron al mismísimo Fernando Gutiérrez Barrios, el temible director de la DFS, tenían información que desde la torre de control se había advertido a los pilotos regresar a la Ciudad de México por el mal clima, sin embargo no acataron la orden.
¿Se descartó que el vuelo 704 de Mexicana hubiera explotado en el aire?
Cuando finalmente los brigadistas de la Cruz Roja y el Ejército lograron ingresar a la Sierra del Fraile, se encontraron con restos de los cuerpos que alguna vez fueron personas. Los reportes de los hallazgos son tristísimos: “no se logran identificar los cadáveres debido a que se encuentran totalmente destrozados. Están esparcidas pequeñas partes de sus cuerpos en un amplio perímetro”, dijeron.

La Séptima Zona militar, al mando del general Tiburcio Garza Zamora, logró acondicionar pistas en unos terrenos planos rodeados de cerros y cañadas, en la Hacienda el Mirador, propiedad del señor Miguel Villareal, para el aterrizaje de los helicópteros de rescate. Para el 5 de junio de 1969, llegaron los primeros restos a Monterrey, los que estaban menos destrozados, que habían quedado atorados en un cinturón de seguridad, brazos, piernas, una cabeza. Los detalles no se escribirán para no impresionar al lector.
Ese día los peritos comenzaron a divulgar su hipótesis del accidente, la que permanecerá hasta el día de hoy: cuando los aviones van a aterrizar rodean el aeropuerto de Monterrey por el lado derecho para tomar la pista de aterrizaje de norte a sur. Sin embargo, a la altura de Ciénega de Flores, debido al mal clima, el vuelo 704 de Mexicana se alejó más de lo previsto hacia el oeste. El piloto al darse cuenta, que no había descendido en el lugar acostumbrado para tomar la pista, imprimió mayor velocidad a la aeronave y, al tratar de tomar nuevamente altura, chocó con la punta del Cerro del Fraile.
“Se descarta la posibilidad de que el avión hubiera explotado en el aire”, escribió por su parte la DFS. El cuerpo de Carlos Madrazo fue recuperado en una de las cañadas. Supieron que era él porque su saco llevaba bordado su nombre en la chaqueta.
Y esta historia no podía terminar peor: según un informe del Ejército las labores de rescate fueron tan tortuosas desde que localizaron el avión, que incluso pidieron apoyo de aeronaves norteamericanas. Durante el primer día las nubes se lucieron, llenando de neblina toda la zona. “Tuvieron que salir [los militares] sin agua, sin alimento”, dijeron.
Cuando lograron llegar al lugar del accidente, se encontraron con los restos de los pasajeros, pero también con 2 mil 272 monedas de oro, que fueron inmediatamente enviadas a Hacienda. Nunca se aclaró a quién pertenecían.
Tampoco se encontró la caja negra y, según la DFS y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y todas las autoridades coincidieron en que “esto fue y es únicamente atribuido a la desgracia”.
Paolo Sánchez Castañeda contribuyó en la búsqueda de este archivo