La actriz Samantha Coronel confiesa que el estreno, el verano-otoño pasados, implicó presión para sacar el trabajo y la complejidad de los personajes en una obra que sintió “más oscura, más tensa y muy misteriosa”, pero que para ella representó un parteaguas, un regalazo, la oportunidad más grande y más hermosa de su carrera, una gran muestra de confianza en su trabajo, que la puso a prueba y reivindicó su pasión por el teatro.
“Pude constatar que lo que a mí me apasiona es actuar, contar historias, que el teatro es mi lugar, soy un bicho de teatro”, señala la actriz, que también reconoce estar buscando otros espacios de creación.
Mauricio García Lozano montó la pieza en el Foro Shakespeare el año pasado y la repone con Coronel y su coprotagonista Mauricio Pimentel, en este escenario, los miércoles hasta el 30 de abril.
“Ahora, para este reestreno en el Foro Shakespeare, para mí, para mi compañero Mauricio Pimentel y para nuestro director Mau, fue como redescubrirla y darnos cuenta que también está la oportunidad de crear caminos más luminosos, en los que pase el eclipse del dolor, de la complejidad, del problema que hay ahí y que, entonces, los contrastes sean más provocativos y más fuertes, más profundos.
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“Nos dimos esta chance de abordarla también con más destellos luminosos, lo cual lo vuelve un trabajo mucho más gozoso, que ya lo era. Ahora podemos arrancar de lugares más disfrutables, más ligeros, para poder después ahondar en la profundidad y en el misterio”, expuso en entrevista Coronel, que encarna a Silvia, una joven que sostiene un ininterrumpido diálogo con su jardinero Samuel (Pimentel).
¿Dónde encuentras la poesía en este montaje?
La obra está dividida en 10 cuadros o escenas. Y parte de flashbacks, recuerdos que son detonados por la entrevista entre el jardinero y un policía (que no se ve). Y en cómo Conejero hace dialogar a estos personajes con otras obras, hay mucha influencia de La señorita Julia (Strindberg). Silvia me remite mucho a la poetisa Sylvia Plath. Y las palabras que usan, como las metáforas que se usan con la música, con el jardín, con el invernadero: lo que perece, lo que permanece, lo que florece a partir del dolor. Y cómo lo va construyendo Alberto a lo largo de todos los flash backs.
Hay mucha narración y le da mucho espacio a cada personaje de expresarse de manera más extensa. Y tiene estos recursos poéticos que me remiten mucho a Federico García Lorca, pues Alberto es de allá, y seguro influye mucho en su trabajo también. Sí, sobre todo, la poesía está ahí, en la relación, en la metáfora del invernadero, del jardín, de las transparencias de las ventanas de este mundo: rodeado por plantas pero, al mismo tiempo, aislado en otra parte, cuidado.
¿Cómo se siente ser esa flor que se pudre por dentro?
Personalmente he abordado el personaje de Silvia desde mis referentes, con las que crecí, que yo pude observar de niña y que no muchas veces viven una vida con la que ellas sueñan, ya sea por los recursos en ese momento, el lugar, el contexto, muchas cosas. Tengo ese recuerdo de niña de ver a estas mujeres con las que crecí, que por una parte eran mucha risa, mucha cháchara, muchos encuentros increíbles en la cocina, el chisme, los regaños, la vida dentro de ellas.
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Y tengo este otro recuerdo que contrasta mucho, de verlas habitar el cotidiano en soledad y verles la mirada cómo se les iba a otra parte. Y eso de niña a mí me causaba mucha curiosidad y mucho misterio. Y ahora que sigo creciendo, también digo cuánta complejidad, cuántas cosas e historias no vi pasar por la mirada de ellas. Y así fue como yo me inspiré en hacer esta Silvia. Pienso mucho en mi abuela, en mi mamá. Y me conmueve muchísimo el acceso al mundo interior que pude permitirme observar en ellas. Y que ahora encuentro en mí, que ya crecí. Que a mí me toca vivir mis cosas y mis propios enigmas.
¿Qué interrogantes te suscita eso en la obra?
¿Por qué me duele esto? ¿Qué me pertenece a mí? ¿Y qué me fue impuesto? ¿Qué heridas mías cargo conmigo? ¿Y qué de todo eso le puedo regalar a mi personaje? Y el jardinero o sepulturero, pues es la mano que me sostiene o que intenta sostenerme, pero no quiero ser sostenida, no quiero el soporte, quiero otra cosa. Y también la lucha que elije cada uno, pienso en los objetivos de cada personaje. Y cómo a lo mejor el jardinero quiere ser jardinero para la flor, pero la flor lo que pide es un sepulturero. Y entonces ahí está el problema de comunicación y qué quiere cada uno.
¿Qué opinas de que a Samuel, el jardinero, el público lo está juzgando desde el inicio?
Me parece interesante que mucha gente del público inmediatamente vaya y catalogue a Samuel como el villano, por el país en el que estamos, por el referente, por nuestro contexto. Y me parece padre, porque al final se descubre el misterio y entonces el público también se puede cuestionar desde dónde está viendo la historia, desde qué posición recibe a los personajes. Tiene que ver también en el prejuicio y la idea que tenemos de cómo vemos al otro, cómo se ve, cómo se viste, su sexo, su género, su clase social. Me parece interesante que mucha gente a la primera se compre el cuento de que Samuel es un villano y después vemos que es mucho más complejo que eso.
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¿Qué responsabilidad sientes como mujer, artista, ante el hecho que haya tantas historias como esta en la vida real?
Estos temas tan delicados, que rebasan la ficción y que habitan y que suceden y que por algo siguen pasando. Porque son preguntas que a veces no nos permitimos, porque no es correcto, porque pueden detonar cosas, porque tenemos recelo de hablar de esos temas que son un tabú, que siguen siendo un tabú en la sociedad, que siguen siendo catalogados como algo negativo, algo nocivo, una enfermedad. Y yo creo que la ficción está para eso, para hablar de las cosas que no son fáciles de abordar, para hablar de las cosas que nos dan miedo, que nos confrontan, que nos lastiman.
Y el teatro, además de ser una fiesta para ir a reír y a celebrar, también es un espacio para conocer tu oscuridad, porque si no conoces tu oscuridad, si el ser humano no es capaz de cuestionarse, de enfrentar las cosas negativas, oscuras, las enfermedades del ser, si no las puede ver hacia afuera, ¿cómo va a saber que las tiene? Y si no sabe cómo las tiene ahí, ¿cómo las va a curar? ¿Cómo las va a transformar? ¿Cómo va a transmutar todo el dolor que tenemos a diario? ¿Cómo vas a ser capaz de sobrevivir a él si no lo estás viendo? Es necesario verlo, y para eso está la ficción, y para eso está el teatro, la poesía y el arte en general. Esa es nuestra responsabilidad, tocar los temas que nos cuestan mucho como sociedad.
¿Qué no te gusta de Todas las noches de un día?
Muy difícil esa pregunta. Es que no es que algo me disguste, veo como un todo al oficio teatral. Pero, es muy cansada, me pone muy nerviosa entrar a escena, lo que no me gusta es ponerme nerviosa antes de entrar a escena. Es un mal necesario, yo lo sé, lo sabemos todos los actores, pero el nervio que me da la complejidad de contar esto, de estar todo el tiempo en escena los dos, de las cosas técnicas y los cambios rápidos que hay que hacer atrás, eso es lo que puede decir que me pone nerviosa, que no me encanta. La historia a mí me fascina, la poética de cómo Alberto la cuenta, me fascina; y la poética de Mauricio, en diálogo con la poética de la dramaturgia, me parece una chulada. Y mi compañero, amo a mi compañero, Mauricio Pimentel. Es la cosa más generosa que el mundo me ha podido dar y qué honor trabajar con alguien con esa carrera. Pero los nervios, los nervios nunca me van a gustar.
MGR