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El precio de la oscuridad

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  • Sophia Huett

El primer disparo fue el más fácil. Ni siquiera lo pensaste. Solo apretaste el gatillo y seguiste adelante. ¿Lo recuerdas? Tal vez ya ni ves sus rostros cuando cierras los ojos, pero en el fondo sabes que las cuentas siguen pendientes. Porque hay una pregunta que no desaparece: ¿llevas la cuenta de cuántas vidas debes?

¿Los viste caer? ¿Escuchaste su último aliento? Quizá no. Tal vez los cuerpos que has dejado atrás ya ni te pesan. Quizá aprendiste a no mirar, a no pensar. Pero en algún momento, cuando estés solo, cuando el ruido de las balas y los gritos desaparezca, ¿qué va a quedar? ¿Silencio? ¿O el eco de los que asesinaste?

Te dijeron que así es como funciona esto, que no había otro camino. Alguna vez tuviste sueños, un futuro. Pero un día alguien te convenció de que la única forma de conseguir algo en esta vida era arrancándoselo a los demás. Que el respeto, el dinero y el poder no se ganan, sino que se arrebatan con sangre.

Pero dime la verdad: ¿esto te hace feliz? ¿De verdad te sientes poderoso? O solo eres otro número más en una lista de muertos en espera.

Tal vez al principio era emocionante. Sentías el control. Te creíste inmortal. Pero ahora duermes con un ojo abierto, con una pistola bajo la almohada, con miedo a que llegue alguien más rápido que tú. Porque lo sabes: no hay final feliz en esto.

Si no estás en la cima, te están usando. No importas. No eres especial. No eres invencible. Eres una pieza reemplazable en un tablero donde siempre pierdes.

¿Tienes hijos? ¿Qué futuro les espera? ¿No los tienes? Mejor así. Porque si los tuvieras, tendrías que vivir con la certeza de que un día alguien como tú les hará lo mismo que tú has hecho con los hijos de otros. Porque en este juego, nadie se detiene a pensar si la víctima era inocente.

¿Trabajas para darle dinero a tu familia? No seas ingenuo. ¿De verdad crees que pueden disfrutar lo que les das sin miedo? ¿Crees que prefieren tu dinero antes que verte vivo? No. Prefieren mil veces saber que no tendrán que llorarte en una tumba anónima o recoger tu cuerpo en pedazos.

Si tienes madre, si todavía respira, ¿crees que estaría orgullosa? ¿Que podría ver tus manos manchadas y decir “valió la pena”? No hay madre que sueñe con un hijo que solo sabe destruir. No hay manera de que haciendo el mal salga algo bueno.

No sé qué va a pasar contigo, pero sí sé cómo termina esto. Y no es con una casa grande y un retiro tranquilo. Es con un balazo en la cabeza. Con tu cuerpo arrojado en una zanja. Con alguien que alguna vez fue tu amigo, apuntándote a la nuca.

¿Cuánto te pagaron? ¿Cuánto costó tu alma? ¿En qué lo gastaste? ¿En unos tenis? ¿En una borrachera? ¿Cuánto vale la vida que quitaste? ¿Cuánto valdrá la tuya cuando sea tu turno?

Has matado a personas inocentes. A policías que solo querían llegar a casa. A personas que pasaban por el lugar equivocado. A quienes no tenían idea de que su vida dependía de alguien como tú.

Cuando sueñas, si es que aún puedes hacerlo, ¿qué ves? ¿Qué quieres alcanzar? Porque te diré algo: quien hace daño firma una maldición. No hay paz para quienes viven de la muerte. Solo hay una condena de desfortuna y tristeza. Y tarde o temprano, esa sombra te alcanzará.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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